Hasta en el más negro poema del más negro poeta se ve, sin mucho esfuerzo, un cegador rayo de luz y esperanza, una vitalidad desbordante e incontrolable, que mata y hace enloquecer a ojos del mundo a quien la padece. Los poetas negros están enfermos de vida. ¿Por qué es todo tan bello? No encuentran acomodo en este mundo, pero tienen una capacidad sobrenatural para percibir el arte, lo bello. No hay corazón ni cerebro que aguante mucho tiempo esta situación de hipersensibilidad.
Cesar Vallejo, originario de Santiago de Chuco, Perú. Su vida estuvo caracterizada por el desamparo y la marginalidad. La mezcla de su sangre india y gallega produjo en él un resultado exorbitante, le infundió una inquietud agónica y creó en su espíritu la típica psicología del fugitivo.
Su vida, por eso, fue una muerte lenta, que él sentía caminarle por las venas hasta el punto de presentirla prematuramente. Para escapar a las persecuciones de que fue víctima en el Perú, real o imaginariamente, se marchó a Europa, recorriendo Francia, Rusia y España, en un esfuerzo inaudito por sobrevivir.
Vallejo rechazo la poesía que nace como consecuencia de la aplicación de cualquier técnica literaria, no se enroló en ninguna de las vanguardias e incluso repudio la actitud poética de muchos vanguardistas, a los cuales consideró simples imitadores de las modas europeas e incapaces de crear una poesía sinceramente humana.
En Trilce (1922) refleja su cosmovisión, en la que están presentes la esencia americana, el sentimiento de existir entre el absurdo y el vacío, y la profunda solidaridad con la angustia y el sufrimiento humano.
El poemario nace en un contexto muy especial para el poeta. Su perplejidad ante el mundo se había acrecentado: la muerte de su madre, sus fracasos amorosos, la experiencia de no ser aceptado totalmente en Lima y su estadía en una lóbrega cárcel de Trujillo, son los principales acontecimientos que marcaron el profundo sentimiento de exclusión del poeta. Estas experiencias forjaron en él ese sentimiento de ser humano preso de la existencia o de la sociedad y fueron el origen del desgarramiento del poeta, del dolor infinito que encierra cada poema, y de su densidad y hermetismo.
“El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de el (…) ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva!”
El poeta del “dolor humano”, quien revolucionó la forma y el fondo de sentir y escribir poéticamente, muere en parís en 1938 a causa de la reactivación de paludismo, que sufrió desde niño, fallece un viernes santo con llovizna en París, pero no un jueves, como se cree que vaticinó en un poema suyo, la Piedra negra sobre una piedra blanca.
Para el alma imposible de mi amada
Amada no has querido plasmarte jamás
como lo ha pensado mi divino amor.
Quédate en la hostia,
ciega ,e impalpable
como existe Dios.
Si he cantado mucho, he llorado más
por ti oh mi parábola excelsa de amor,
Quédate en el seso
y en el mito inmenso
de mi corazón!
Es la fe, la fragua donde yo quemé,
el terroso hierro de tanta mujer;
y en un yunque impío te quise pulir.
Quédate en la eterna
nebulosa, ahí
en la multicencia de un dulce noser.
Y si no has querido plasmarte jamás
en mi metafísica emoción dé amor,
deja que me azote
como un pecador.
Alfonsina Storni, Argentina. Es considerada una de las voces femeninas más potentes de la poesía en lengua española de las primeras décadas del siglo XX, fue capaz de desafiar los asfixiantes convencionalismos sociales, fue un ejemplo de coraje por su manera de asumir su ser femenino en absoluta y a veces desgarradora soledad.
De las heridas y de la incomprensión padecidas por Alfonsina Storni emerge la fuerza de su voz, la cadencia de unos versos que pueden ser grito de protesta, canto a la vida, amor a la naturaleza, o reivindicación del derecho de la mujer a convertirse en sujeto del deseo, en una tentativa de conquistar la libertad para decidir su destino.
Desde pequeña vivió con carencias económicas, situación que aumenta con la muerte de su padre, ser depresivo y alcohólico. Se calcula que por esta época escribe su primer poema triste y centrado en la muerte.
La obra poética de Alfonsina es el mejor legado para intentar comprender su vida, marcada por la lucha cotidiana. Sus primeros cuatro poemarios (La inquietud del rosal, El dulce daño, Irremediablemente, Languidez), publicados entre 1916 y 1920, todavía imitan el estilo romántico-modernista.
Más tarde, Alfonsina ahonda en el vértigo del mundo emocional a la par de lo cotidiano (Sábado o Tempestad). El resultado: poemas de tono íntimo y doméstico donde también sobresalen temas transgresores como el deseo femenino que le valieron los más duros comentarios por parte de la crítica tradicional, la doble moral a la que está sometida la virginidad de la mujer (Tú me quieres blanca), la igualdad erótica entre los sexos y el derecho de independencia de ellas (Hombre pequeñito), y por supuesto, su constante obsesión por la muerte (Oh muerte, yo te amo, pero te adoro vida... en Melancolía).
El giro de su estilo poético comenzará a identificarse en Ocre, publicado en 1925, donde se muestra más introspectiva; el sufrimiento identificado en estos versos es menos estridente y sus autorretratos, irónicos. Para entonces ha descubierto que la causa de sus dolores no es el hombre sino ella misma.
No volvió a publicar otro poemario hasta 1934, nueve años después de Ocre. Alfonsina adoptó una forma más visual de representar las emociones: juegos de imágenes dentro de un mundo precario e inestable, la percepción del mundo son cargados de violencia y tensión; la angustia metafísica se convierte en la espina dorsal de los poemas (Agrio está el mundo,inmaduro,detenido), una angustia que llega hasta nosotros por medio de representaciones de mariposas ebrias y mejillas musgosas. En este poemario también son recurrentes los motivos de ciudad: las avenidas, el transporte público, claras alusiones a la modernidad.
En octubre de 1938, se marcha a Mar del Plata, supuestamente a descansar. En la madrugada del 25 de octubre, Alfonsina, se arroja al mar desde un espigón dejando como testamento un poema, «Voy a dormir»
El divino amor
Te ando buscando, amor que nunca llegas,
te ando buscando, amor que te mezquinas,
me aguzo por saber si me adivinas,
me doblo por saber si te me entregas.
Las tempestades mías, andariegas,
se han aquietado sobre un haz de espinas;
sangran mis carnes gotas purpurinas
porque a salvarme, ¡oh niño!, te me niegas.
Mira que estoy de pie sobre los leños,
que a veces bastan unos pocos sueños
para encender la llama que me pierde.
Sálvame, amor, y con tus manos puras
trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.
Por la forma en que estos dos personajes, describen y trasladan el dolor, son conocidos como los poetas negros, porque en las líneas de sus poemas se percibe el sufrimiento que padecieron en su existencia.
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